SOLO DIOS PUDO AYUDARME

En mi infancia experimente todos los tipos de abuso, incluyendo abuso sexual. Comencé a sentirme atraído por personas de mí mismo sexo y me llamaron homosexual desde pequeño, fui puesto en ridículo por ello por personas cercanas a mí. En realidad, también me atraían las chicas, pero nadie validó eso en mí. Decidí identificarme como un hombre homosexual cuando tenía 17 años.

Muchos hombres varoniles se interesaban en mí y coqueteaban, aunque no tuve relaciones sexuales con ellos. Algunos querían mantener su relación conmigo en secreto, lo cual odiaba. Un día estaba yendo a la playa con un chico. Cuando tocó mi espalda, sentí como mi cuerpo se inmovilizaba, para luego comenzar a temblar. “En realidad, no es esto lo que yo quiero”, pensé.

Además, estaba participando en un programa para el manejo de la ira, tenía una orden de restricción en mi contra, y había amenazado a tres de mis compañeros diciéndoles que los mataría. Estaba consumido por la ira. A los 18 años llevaba 11 años siendo adicto a la pornografía y la consumía seis veces al día. Ni siquiera era algo que disfrutaba, pero sentía que lo necesitaba para poder soportar cada día.

En mi momento más oscuro, sentí que necesitaba que Dios hiciera un cambio en mi vida, porque me sentía indefenso por mí mismo. Dije, “Dios, todo aquél que me ha hablado sobre ti era un hipócrita. Pero quiero conocerte por quien realmente eres.” Esto inicio mi proceso de sanidad.

Comencé a escuchar a maestros Cristianos cada vez que quería ver pornografía o hacer algo destructivo. Tuve seis consejeros diferentes para tratar mi trauma y estrés postraumático.  Comencé a asistir a una escuela de ministerio donde aprendí cómo tener relaciones saludables con otros hombres.

Todos los hombres que había conocido eran abusivos, por lo que me atemorizaba relacionarme con ellos. Cuando comencé la escuela de ministerio, tenía que vivir con otros hombres. Por primera vez, los chicos de mi vida estaban reafirmándome, y reafirmando mi masculinidad de manera sana y genuina. No me trataban de forma diferente, a pesar de que conocían mi pasado. Además, allí aprendí que mis emociones no me definen, y que no tengo que vivir en torno a ellas. Estas experiencias fueron increíblemente sanadoras para mí.

La atracción por mí mismo sexo que había sentido no era solo física, si no emocional. Ya no me siento atraído emocionalmente hacia hombres, ni físicamente. En mi momento más oscuro, me veía a mí mismo como una mujer. Ahora me veo a mí mismo como un hombre, y disfruto de serlo. Los terrores nocturnos que plagaban mis noches han desaparecido totalmente. Ya no uso lápiz labial ni esmalte de uñas. Solía tener un desorden alimenticio, y ahora amo comer. Mi ansiedad, que solía estar por las nubes, se ha ido por completo. Antes me sentía repugnante y lleno de vergüenza, pero ahora vivo sintiéndome puro y libre de vergüenza.

- Christopher Simms.

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